A mi padre le llamaban «pocapena»

A menudo las personas tienen la cara que se merecen.

Quizá parezca cruel decirlo así. Pero no. Va más allá del mero aspecto físico. No es ser bien o mal parecido. Es otra cosa. Es tener luz o tener sombra. Y puedes equivocarte al juzgar, claro. Pero a menudo aciertas.

Porque el rostro es nuestro principal instrumento para comunicarnos y expresar lo que sentimos. Y ese instrumento funciona a menudo sin nuestro control consciente, de forma que exteriorizamos claramente lo que pensamos, sin disfrazarlo.

Y hay gente que va por la vida con la cara iluminada. Y dan luz.

Y también los hay que su cara es una borrasca permanente. Tienen siempre nubarrones encima. Y en su particular historial de climatología, no recuerdan cuando salió el sol por última vez. Y lo peor es que se diría que disfrutan con ese mal tiempo.

Ese cenizo empedernido, que cuenta sus vivencias por tragedias, mientras te señala con su dedo en forma de rayo y te excluye de su grupo de «maltratados por la vida», mientras te lanza aquello de «calla, que tú no sabes lo que es éso…»

Bueno, si se trata de una olimpiada por contar penas, tengo poco que ganar. A mi padre en el colegio le llamaban «pocapena».

Porque además no me refiero a aquel que ha tenido la desgracia de vivir circunstancias penosas, sino de ese otro que convierte en penoso cualquier cosa que le pase.

Detente un momento. Sal de ese «yo, mi, me, conmigo». Mira la cara de los demás… Son todos planetas habitables, y tú empeñado en mantener esa atmósfera irrespirable que hace imposible que penetre un rayo de luz.

De verdad: quien más y quien menos hemos pasado por lo mismo o parecido que tú, y muchas veces con idéntico resultado objetivo, pero no salimos de aquella situación con la sensación de haber perdido.

Y pondría la mano en el fuego a que el mundo, así en general, no está especialmente interesado en que las cosas te vayan mal. No hay un complot contra ti.

Sonríe un poco.

Así mejor.

Sale el sol.

Esta entrada fue publicada en Cosas que pienso. Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a A mi padre le llamaban «pocapena»

  1. Pingback: Pocapena | miguelopezmar

Deja un comentario